Descenso de barrancos
Palomeras del Flumen
Estrechísimo embudo, excavado entre las peñas de San Miguel y Amán (salto de Roldán), por la erosión del agua.
Barranco de las Palomeras del Flumen
Sierra de Guara
Desde el Salto de Roldán se observa como entre las dos peñas hay un estrecho canal por el que discurre el río Flumen. El descenso en realidad es muy corto en distancia y desnivel, pero su fama le precede. De hecho se le considera uno de los descensos más difíciles, por su estrechez y su caudal de agua.
Descendemos hasta el cauce por un sendero bien marcado. Una vez junto al río, seguimos paralelos al mismo por un nuevo sendero recientemente acondicionado. Con eso nos ahorramos muchos metros de incómoda progresión por el agua, y además, evitamos pisar las formaciones calizas que hay en el fondo, muy frágiles a nuestra pisada.
Ya en un pequeño claro cómodo para cambiarse nos vestimos y entramos al agua, todavía en un tramo abierto. Pronto llegamos al estrechamiento, y al «salto sin retorno», aunque ahora hay una cuerda que nos permitiría remontar si no viéramos factible el descenso.
Hay que decir que incluso con poca agua no es un descenso sencillo y nos va a exigir mucho.
Una vez dentro del barranco en sí, tenemos que poner los cinco sentidos. Lo primero, siempre dejaremos las cuerdas más cortas de lo normal, para que no toquen la corriente. Es fundamental para no encontrarnos con un nudo hecho por los remolinos. El descenso de los rápeles obliga a ir en oposición, o en adherencia (cuando se puede) para evitar las fuertes corrientes. También tendremos que realizar saltos a la espuma, estudiar las contracorrientes y evitar meternos en líos.
Los rápeles son cortos y pocos, pero intensos. No hay duda de que no es un barranco para todos los públicos. El sonido del agua y lo estrecho del lugar lo hacen fiero incluso con poca agua. Es un barranco para disfrutar (si ya se tiene experiencia en aguas vivas y rápeles difíciles) y para aprender a entender las aguas vivas, contracorrientes, drosages, etc.
Un lugar, además, mágico, el famoso y visible desde varios km, Salto de Roldán, formado por dos enormes mallos de conglomerado: la Peña San Miguel y la Peña Amán, entre las cuales discurre el río Flumen encajonado en las Palomeras. Estos farallones albergan, además, una gran concentración de buitres leonados, chovas y otras aves rupícolas. En esos difíciles rápeles y entre el estruendo del agua, mirábamos arriba y por la pequeña ventana que nos dejaba ver la grieta, los veíamos sobrevolar indiferentes a nuestras peripecias.
De nuevo, la estrecha garganta vuelve a convertirse en río, por el que caminamos unos cientos de metros para, en unas piedras (hito), salir del cauce y comenzar una lenta ascensión, aunque ya limpia (hace años era una tortura por la vegetación punzante) hasta llegar de nuevo al Salto de Roldán. Toda una aventura.
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